Definidos como áreas terrestres y marinas en las que especies y poblaciones logran sobrevivir durante largos periodos de tiempo pudiendo garantizar su subsistencia en condiciones actuales y futuras del clima, los refugios climáticos representan un concepto relativamente nuevo que podría ofrecer un potencial enorme para la conservación de la biodiversidad, orientando a tomadores de decisiones y el desarrollo de políticas públicas en todo el mundo. De hecho, países como Estados Unidos y Canadá ya incluyen definiciones de refugios climáticos en estudios científicos y programas de planificación de la conservación.
Justamente con el objetivo de definir sitios prioritarios para la conservación de la biodiversidad, recientemente el Programa Austral Patagonia de la Universidad Austral de Chile realizó un estudio liderado por el Dr. Patricio Pliscoff que identifica zonas terrestres y marinas con potencial de ser refugios climáticos para la biodiversidad en la Patagonia chilena. Se trata de áreas que podrían permitir aminorar los efectos cada vez mayores del cambio climático, y garantizar la persistencia de especies, comunidades y ecosistemas.
A través de variables físicas, indirectamente es posible representar el valor de la biodiversidad, complementando así las áreas que se podrían identificar como tal por la presencia de especies o ecosistemas. De esta manera, mientras en el ámbito terrestre se trabajó con elementos relacionados con la topo diversidad o el relieve, en la parte marina se consideraron elementos físico-químicos de la composición de la columna de agua y el clima.
“En función de la información que hay, lo que hice fue adaptar una metodología de refugios climáticos específica para la Patagonia. Lo que se busca con esto es identificar sitios que complementen la protección que ya existe, o poder reevaluar los sitios que ya se han definido”, explica Pliscoff, geógrafo y doctor en ecología, cuyo estudio además superpone las zonas identificadas como refugios climáticos con las Áreas Silvestres Protegidas del Estado.
Así fue como destacan cinco grandes segmentos del área marina de la Patagonia chilena: en el norte de la Isla Grande de Chiloé, en la región de Los Lagos; en el archipiélago de las Guaitecas, en la región de Aysén; y en varios sectores de la región de Magallanes, como los canales interiores del Parque Nacional Bernardo O’Higgins o la Reserva Nacional Kawésqar.
¿Bajo qué argumentos se optó por seleccionar como criterios para la identificación de refugios climáticos marinos la capa de temperatura superficial actual y futura, y las capas de productividad primaria y de clorofila?
La temperatura es clave. Hay trabajos internacionales sobre refugios climáticos marinos y siempre lo que se trata de combinar son patrones de cambio del clima con elementos físico-químicos relevantes para la zona en la que se está trabajando. Y lo más simple para poder mapear y evaluar a la escala de la Patagonia con la información que tenemos es la temperatura superficial del mar. Tenemos datos actuales de promedio de temperatura superficial del mar y además tenemos proyecciones basadas en escenarios futuros. Con eso uno puede hacer la diferencia e identificar las zonas que van a ser más estables o menos estables al cambio de la temperatura superficial en el futuro. De hecho, esa sola variable, esa zona de estabilidad de temperatura, en muchas partes se reconoce también como refugio, por lo que solamente identificando las zonas de estabilidad climática se suele trabajar como refugio. Y ya con eso, se buscaron otros elementos que cumplieran la condición de que fueran relevantes para la parte marina de la Patagonia y que además tuviesen una proyección futura. Ahí hay varias bases de datos globales, y llegamos a identificar la clorofila y la productividad primaria, que en general son dos variables que directamente están muy correlacionadas con diversidad, pero también correlacionadas entre sí. Por eso teníamos la duda sobre si utilizar una o las dos, y al final se decidió utilizar las dos porque se complementan. Representan e identifican zonas más o menos similares en cuanto a alta clorofila y alta productividad primaria, pero no son exactamente iguales. Entonces decidimos incluir las dos para reforzar, porque donde efectivamente coinciden, son zonas de alto valor biológico. Y la gracia de los refugios es que uno los hace para algo, y en este caso para la parte terrestre de estos refugios climáticos los contrastamos con la distribución de los bosques primarios, y en el caso de lo marino, utilizamos los bosques de macroalgas.
¿Y cuál es la relación existente entre estos refugios climáticos marinos a partir de estas variables señaladas y los bosques de macroalgas?
Las zonas que mejor representan estos elementos de mayor estabilidad climática dada por la diferencia entre el futuro y el presente, y los niveles productivos y de clorofila, las cruzamos con la presencia de macroalgas. Todas las zonas que presentan una alta condición de refugio que combinan estos tres elementos, sí presentan bosques de macroalgas. No había ninguno de estos spots de refugios que no tuviese una superficie de bosque de macroalgas. Fue como el 30% del total de bosques de macroalgas mapeados que cae dentro de una zona de alto valor como refugio.
¿Qué indicios da esto?
Se puede analizar desde dos puntos de vista. Desde un punto de vista biológico, que los bosques de macroalgas están controlados por elementos que son éstos y otros más, principalmente la morfología del fondo marino y de los fiordos, que también pensamos cómo incorporarlo, pero al final no hubo un consenso. Pero tiene que haber más factores que los que definimos. A su vez, tiene esta salida más de planificación, porque también calza con la presencia de áreas de protección, entonces se puede utilizar esto como herramienta para identificar zonas prioritarias dentro de las áreas protegidas. Asimismo, zonas en las que hay refugios y hay bosques de macroalgas que no están protegidos, también aparecen como un área de interés para proteger. Hay una escala de análisis mucho más detallada que podría llegar a correlacionar mucho mejor los refugios con los bosques de macroalgas, pero de igual forma hay zonas en que coinciden y que la mayoría tiene área de protección, y que, por lo tanto, debe tener un enfoque distinto en términos de planificación.
¿Sirve también esta herramienta para planificar y definir áreas en las que sería menos dañino para los ecosistemas realizar acuicultura intensiva?
Completamente, porque casi todas las áreas de refugios climáticos marinos están súper correlacionadas con el desarrollo de acuicultura, lo que no es extraño porque buscan zonas con ciertas características para instalar los centros de cultivo. Quizá el único problema metodológico es que las granjas donde realizan desarrollo de acuicultura están mucho más relacionadas con la línea de costa por factibilidad económica y de instalación, y la escala de análisis que podíamos tener es gruesa, entonces se pierde un poco la relación que se podría hacer de manera más específica con la acuicultura, que sería súper interesante de abordar. Uno podría partir de esto que hicimos y bajar la escala en ciertas zonas e incluir la morfología del fondo marino para llegar a conclusiones espaciales mucho más concretas en sectores que mantienen ciertos atributos de refugio y que están siendo ocupadas por el desarrollo de acuicultura. Pero en las zonas más estables en términos climáticos igual va a haber un interés del desarrollo por utilizarlas, y ahí es cuando es necesaria la planificación porque van a ser y son territorios o maritorio en disputa.
¿Qué hace tan especial a la zona norte de Chiloé como para ser identificada con aptitud alta como refugio climático, y cómo dialoga eso con la presencia de salmoneras?
La parte norte de Chiloé, hacia la desembocadura del Maullín, tiene una muy alta productividad, y eso es clave para su identificación como refugio. Y eso es interesante también. Uno podría pensar que al momento de instalar salmoneras también deben tener algún criterio. Hay muchos modelos de temperatura superficial del mar y son súper completos, entonces creo que son antecedentes, y si quieren mantener las condiciones del negocio a largo plazo, preferentemente deberían ubicarse con zonas de mayor estabilidad.
¿Los ríos y sus desembocaduras qué tanto influencian o dan pie para la existencia de refugios climáticos marinos?
Un montón, pero es algo que está recién estudiándose. Hay variaciones de productividad gigante en las partes donde están los ríos en cuyas cabeceras se ubican glaciares. Hay toda una relación súper interesante, porque esas áreas donde desembocan los ríos presentan una morfología distinta y una composición diferente dado por el aporte de los glaciares. Pero para analizar eso bien, tienes que trabajar a escalas de metros. Sabemos que es súper relevante y habrá que estudiarlo con mucho más detalle, pero ese ya es otro tipo de análisis, que puede incluir imágenes de satélite. En la parte norte de la Patagonia en general las condiciones son similares tanto en productividad de clorofila como de estabilidad, pero donde está la desembocadura del Baker, es una de las partes con más baja estabilidad. Y ahí hay otro tipo de factores que hay que evaluar.
¿Cómo este concepto de refugio climático podría ir tomando más peso dentro de las políticas públicas en materia de conservación?
En Estados Unidos está avanzando bien fuerte porque es simple de comunicar, tanto en lo terrestre como marino, y se puede tener un enfoque metodológico común. Eso es súper bueno para la conexión mar y tierra, y esta metodología te permite avanzar hacia eso. En estos momentos no tenemos el enfoque metodológico afinado para conectar esos ámbitos marino-terrestres, pero creo que a corto plazo, y por lo que he visto en la identificación de refugios y micro-refugios, se va a poder llegar a tener argumentos para identificar zonas costero-marinas que tengan un solo relato de protección. Yo trabajo también con micro-refugios en la zona central, en Zapallar, esa es mi área de estudio, y me estoy enfocando en refugios a escala de metros. También tengo identificados a escala macro los refugios climáticos para la zona central, con la misma metodología que empleamos para la Patagonia. Y en estas zonas puedo hacer un detalle mucho mayor, pero la gracia de hacerlo en la Patagonia es que se trata de un área muy grande como para tener un primer pantallazo. Cuando uno va al detalle con estos trabajos, uno puede argumentar mucho mejor el valor biológico de un área protegida. Por ejemplo, en Zapallar, que es la que conozco mejor y en la que tengo más datos, hay todo un rollo entre la surgencia, la neblina y el bosque, y eso ya lo estamos analizando. Ahí cae súper bien esta mirada de conexión mar y tierra.