Por: Tomás Moggia Cárdenas
Corría el año 1992 cuando Carlos Cuevas comenzó a trabajar por la conservación en la Patagonia. El proyecto en ese momento era crear el Parque Nacional Melimoyu, de 1.200 kilómetros cuadrados (km2), iniciativa que dio el nombre a la Fundación que dirige, y que tardó más de dos décadas en concretarse (el 2018). Recientemente, la organización cosechó un nuevo logro: la creación oficial del Parque Marino Tic Toc-Golfo Corcovado, que cuenta con una superficie de poco más de 1.000 km2, y que es parte de una de las zonas de mayor importancia en el hemisferio sur para la alimentación y crianza de ballenas azules.
Tanto este último como Melimoyu responden a un enorme esfuerzo de conservación por conformar una red de áreas protegidas terrestres y marinas de 10.000 km2 en el noroeste de la Patagonia chilena, que incluye además al Parque Nacional Corcovado (4.000 km2) y el Área Marina Costera Protegida de Múltiples Usos (AMCP-MU) Pitipalena Añihué (239 km2), y que espera sumar en un futuro cercano dos zonas que todavía están en proceso de ser protegidas: la Reserva Marina Tictoc Sur (245 km2) y el Espacio Costero Marino para Pueblos Originarios (ECMPO) Islas Desertores-Costa de Chaitén (2.700 km2).
Al mirar en retrospectiva estos 30 años, Carlos Cuevas se entusiasma al repasar una historia larga y plagada de recovecos, que el próximo año espera plasmar en un nuevo libro. Parte de ese relato seguramente incluirá lo que ocurrió durante el gobierno de Eduardo Frei Ruiz-Tagle, cuando el ingeniero forestal vio cómo las tratativas por su gran anhelo, el Parque Nacional Melimoyu, se congelaron. Sin embargo, Douglas Tompkins lo invitó a sumarse a su equipo, donde trabajó codo a codo con el conservacionista estadounidense hasta su muerte en el 2015, un periodo en el que ayudó a crear los actuales Parque Nacional Pumalín (donde vivió un par de años) y Corcovado.
Pero Melimoyu seguía pendiente, y Carlos Cuevas siempre sintió la necesidad de retomar esa tarea para también dedicarse a proteger el mar. “Nunca se sabe muy bien por qué se enamora uno, es difícil de definir, es una inspiración”, cuenta sobre esta zona que lo cautivó desde principios de los 90, y a la que continuó volviendo regularmente en compañía de Tompkins.
¿Desde esa época siempre vislumbraste la necesidad de tener espejos de conservación, es decir, de la protección que se tiene en tierra prolongarla hacia el mar para hacer algo integral, porque al final los límites que se imponen los humanos no existen en la naturaleza?
Así es, sobre todo en los fiordos y canales del sur de Chile, donde la conexión del mar y la tierra es más evidente, porque son ecosistemas cuya característica más importante es que mezclan agua dulce con salada (mixohalinas), por el aporte de agua dulce de ríos muy caudalosos como el Palena y el Tictoc. En Pumalín terminamos con un parque terrestre maravilloso, pero con los fiordos Comau y Reñihué llenos de salmoneras y cultivos de choritos en cuelgas. En el caso del Parque Nacional Yendegaia, el límite que se fijó fue la línea de la más alta marea, y no se incluyó el mar. En la Reserva Nacional Alacalufes (actualmente Parque Nacional Kawésqar) no se condicionó la creación del Parque Nacional Kawésqar a dejar protegido el mar, y ahora hay todo un problema ahí. Por eso, armamos este mosaico de áreas protegidas, terrestres y marinas, con distintas categorías de conservación, bastante inédito en Chile, donde juntamos un millón de hectáreas, la mitad terrestre y la mitad marina, para lograr una protección integral de la tierra y el mar.
Un punto muy importante es justamente la protección efectiva, ¿cómo hacer para que este parque marino en particular y otras áreas de la red no queden simplemente como parques de papel como ocurre con otros en Chile donde nadie sabe lo que pasa, sobre todo considerando las amenazas que hay en los fiordos?
Tenemos una estrategia para el 2030, porque si no hacemos algo en esta década, es posible que no haya futuro para la humanidad. La estrategia global (mundial) denominada 30×30, de tener el 30% de los ecosistemas marinos y terrestres protegidos para el 2030, es más que un slogan de las Naciones Unidas. También Chile se comprometió en la COP26 a aportar a la mitigación y adaptación al Cambio Climático mediante una estrategia nacional de contribuciones basadas en naturaleza, que implica tener para el 2025 las áreas protegidas con planes de manejo y para el 2030 con manejo efectivo, es decir, con programas implementados.
Ya estamos en eso, el 2020 terminamos el plan de manejo del Área Matina Protegida Pitipalena Añihué, este año 2022 terminamos el plan de manejo del Parque Nacional Melimoyu en convenio con Conaf, y en septiembre comenzaremos a desarrollar el plan del Parque Marino Tictoc-Golfo de Corcovado en convenio con Subpesca. Esto no es fácil, teniendo en cuenta que tenemos una brecha de representatividad de áreas protegidas en la costa y una brecha financiera tremenda, ya que el financiamiento estatal para las áreas protegidas es uno de los más bajos del continente. Por esto, el aporte que realizan las Organizaciones No Gubernamentales nacionales e internacionales es fundamental para complementar el esfuerzo que realizan las instituciones del Estado con mucha más vocación que financiamiento.
Además de involucrar a actores como la academia y otras ONG, ¿qué tan importantes es comprometer a las comunidades aledañas de manera tal que se conviertan en los principales guardianes de esta red de áreas marinas y terrestres protegidas?
Para nosotros la prioridad número uno siempre son las comunidades locales. El Área Pitipalena Añihué la hicimos con la comunidad, trabajando con ellos por 14 años, y finalmente la comunidad creó una fundación que coadministra el área con el Ministerio de Medio Ambiente. Esa es nuestra metodología. En el caso de Tictoc, vamos a tener que trabajar en la construcción del plan de manejo involucrando mucho a Chaitén, Raúl Marín Balmaceda, Gala, Melimoyu, y a la comunidad indígena de islas Desertores y costa de Chaitén, que son los vecinos. La consulta e inclusión de las comunidades y usuarios del área fue parte del proceso de creación del parque marino Tictoc-Golfo de Corcovado, donde junto con Subpesca tuvimos un proceso de discusión con las comunidades, con las mesas de la pesca bentónica, pelágica y demersal. No es fácil hacer parques marinos y otras figuras de protección en la costa, porque es donde vive la gente, es la zona más productiva (corriente de Humboldt) y por eso hay muchos intereses y usuarios. Eso explica por qué la creación del parque marino Tictoc-Golfo de Corcovado tardó 21 años y hubo que pasar por 6 gobiernos de distinto signo.
En febrero del 2014 estuvimos a punto de lograrlo, pero HidroAysén logró influir sobre algunos ministros del Consejo de Ministros para la Sustentabilidad que debía aprobarlo por unanimidad, porque por allí iban a pasar los cables submarinos. Al principio el parque era el doble de tamaño del actual, incluía la bahía Tictoc y por el norte llegaba hasta Chaitén. Ahora quedó fuera la bahía Tictoc y la primera milla pegada a la costa, para no interferir con las Áreas de Manejo y Explotación de Recursos Bentónicos (AMERB) y con la extracción de mariscos que realizan lanchas de Quellón (Chiloé). Con los dirigentes del Espacio Costero Marino Protegido Islas Desertores-Costa de Chaitén convenimos ir juntos, achicando el parque marino y haciendo crecer la ECMPO hacia el sur. Como ves, todo esto se hace con las comunidades locales, con mucho diálogo; se requiere confianza y mantenerla por décadas.
Mucho se habla que Chile tiene más del 40% de su Zona Económica Exclusiva protegida y es líder en conservación marina, pero eso contrasta con la poca representatividad que tiene la costa del país en términos de conservación. ¿Este parque viene a responder en algo a esa brecha?
Sí, este nuevo parque es costero, está un poquito separado de la costa, a una milla. Efectivamente, como dices, hay una brecha de representatividad de la costa en términos de conservación, estamos hablando del Mar Territorial (12 millas náuticas). La imagen internacional de Chile es muy buena en materia de protección marina, porque tenemos el 42% del mar protegido, eso está bien, pero esa protección se concentra en las 3 ecorregiones marinas oceánicas: Pascua, Juan Fernández, y Nazca-Desventuradas. Las otras 4 ecorregiones marinas (Chiloé-Taitao, Araucana, Chile central y Humboldtiana) tienen menos de un 1% de protección. Es ahí donde el país tiene un gran desafío: aumentar la superficie de áreas protegidas en zonas donde no tenemos prácticamente nada de protección, donde hay una población importante, con zonas de sacrificio y fuertes intereses económicos. En la ecorregión Chiloé-Taitao, con la creación de Tictoc, apenas alcanzamos a un 0,5% de su superficie protegida, lo que todavía es muy poco. Vamos a seguir trabajando para convertir toda esta área en una Reserva Climática donde especies como la ballena azul puedan venir a alimentarse con sus crías todos los años, en un lugar tranquilo y sin amenazas.
Un tema no menor son las salmoneras, ¿qué amenaza representan para la red de áreas marinas protegidas de esta ecorregión?
Hay dos cosas que quisiera precisar antes. La primera es que la actual red de áreas marinas protegidas de esta ecorregión Chiloé-Taitao está conformada en un 95% por el Parque Marino Tictoc-Golfo de Corcovado y el Área Marina Costra Protegida Pitipalena Añihué; no debemos imaginarnos una gran red, es una red que está comenzando a configurarse, con un retraso de un siglo respecto de los parques terrestres. Y lo segundo, es que pensamos que la industria salmonera no es y no puede ser sustentable, nosotros decimos que “no es posible hacer bien, algo que está mal”. Esta industria es incompatible con la naturaleza y la nueva generación que se está haciendo cargo de este país debiera ir dejándola de lado en esta década.
¿Qué hace a esta industria tan incompatible con la naturaleza?
Porque la industria salmonera basada en la producción intensiva en jaulas de una especie importada del hemisferio norte, es la principal amenaza que tienen los fiordos y canales del sur de Chile. Estamos hablando de una mega industria que mueve casi 5 mil millones de dólares al año, que da muchos empleos, pero que contamina las aguas y los fondos marinos, utiliza muchos químicos, genera graves desequilibrios ecológicos en las cadenas tróficas por los escapes de salmones y que, hasta donde sabemos, produce florecimiento de algas nocivas. Y a diferencia de otras industrias que hemos logrado mantener a raya, como la minería (Alumysa) y la industria de la energía (HidroAysén), no hemos podido detener la expansión de la industria salmonera en los últimos 30 años.
Pero nuestro fuerte no son las políticas públicas, sino el trabajo en el territorio. La zona donde trabajamos tiene menos presencia de salmoneras por varias razones: En el fiordo Pitipalena y Canal Refugio los lugareños han hecho una oposición ejemplar desde los años 90; en la bahía Tictoc, la Armada (que tiene tierras fiscales destinadas allí) se opuso al ingreso de la industria porque era una zona estratégica de ejercicios navales; y frente al Parque Nacional Corcovado las condiciones de mar abierto no dan la protección que requieren los centros frente a los temporales. Más al norte, la solicitud de declaración del EMCPO Islas Desertores-Costa de Chaitén ha paralizado todas las solicitudes de nuevas concesiones salmoneras. Además, la presencia de las áreas protegidas que hemos logrado crear nos permite aspirar a la desafectación de toda esta área como Área Apta para la Acuicultura (AAA).
Tomando el caso de Pumalín, ¿se ve posible luchar para que zonas marinas aledañas a un parque nacional puedan estar libres de acuicultura y salmonicultura?
Así debiera ser y estamos trabajando para que esto se logre no solo en los parques nacionales terrestres cuyos decretos de creación incluyeron sus aguas interiores, como por ejemplo el Parque Nacional Bernardo O’Higgins, sino también en todos los parques nacionales que colindan con el mar. El problema que tenemos es que muchos decretos de parques nacionales no incluyen el mar que los rodea y la actual ley de Pesca y Acuicultura no es clara al respecto, no permite la salmonicultura en los parques nacionales, pero sí la permite en las reservas nacionales.
Nosotros hemos tenido que llegar a los tribunales para detener 2 solicitudes de concesiones de salmonicultura dentro del Área Marina Protegida Pitipalena Añihue y hemos ganado, pero eso toma tiempo y es caro. En nuestro caso, si logramos desafectar esta área marina como apta para la acuicultura, o si lo que es difícil, que la empresa titular de los 3 centros de la península Coca (AquaChile) decide relocalizar o renunciar a esos centros, esto podría ser un incentivo para hacer lo mismo en otras partes.
A nivel nacional hay una campaña para erradicar los centros salmoneros de parques y reservas marinas (tuición de Subpesca), de las Áreas Marinas Costeras Protegidas de Múltiples Usos (tuición del ministerio del Medio Ambiente), y del llamado SNASPE marino (tuición de Conaf), que son las aguas interiores de los parques nacionales y reservas terrestres patagónicos (Bernardo O’Higgins, Alberto de Agostini, Laguna San Rafael, Isla Magdalena, Guaitecas, Katalalixar y Kawésqar). Esta campaña reúne a más de 150 organizaciones del medio ambiente y cuenta con mucho respaldo ciudadano. También tenemos ahora la oportunidad de influir en la redacción de una nueva Ley de Pesca y Acuicultura, que reemplace la ilegítima ley anterior. Por lo tanto, la respuesta es sí, es posible.
Su proyecto de red considera 6 áreas protegidas, ¿estarán listas la Reserva Marina Tictoc Sur y el ECMPO Islas Desertores-Costa de Chaitén para el 2025? ¿Hay más en carpeta?
Sí, vamos a hacer todo lo posible para que el 2025 estén creadas la Reserva Marina Tictoc Sur y el ECMPO Islas Desertores-Costa de Chaitén. Para el 2025 esperamos tener las 6 áreas protegidas creadas (4 marinas y 2 terrestres) con plan de manejo y para el 2030 tenerlas todas con manejo efectivo. Cuando decimos manejo efectivo, estamos pensando en programas de monitoreo, fiscalización, investigación, educación, vinculación comunitaria, capacitación, administración, equipamiento e infraestructura.
Vamos a seguir abriendo el proyecto, invitando a nuevas organizaciones a trabajar en este lugar, buscando hacer las cosas en forma colaborativa, pero advirtiendo sobre el buen trato hacia la gente que vive ahí, el respeto por la historia del lugar y por las organizaciones que llegaron primero. Se requiere cambiar la competencia por la colaboración, porque sin estos intangibles no será posible un manejo efectivo de los territorios y eso no se enseña con manuales.
Todo es parte de un modelo de gestión con las comunidades locales y pueblos originarios, con las instituciones del Estado, con los gobiernos regionales y municipios, con las ONG nacionales e internacionales, con las universidades, en definitiva, con todos. Desafortunadamente, ya no funciona el modelo estatal del siglo pasado donde el Estado creaba áreas protegidas sobre el patrimonio de todos los chilenos, y tampoco se ha replicado el modelo Tompkins, donde un privado hace parques y los dona a los chilenos. Ahora tenemos que hacernos cargo todos y esta es una invitación a las comunidades locales y ONGs a hacer más áreas protegidas.