“No hay otra opción más que hacer una moratoria de la extracción de los bosques de algas”

Por: Tomás Moggia Cárdenas

Maximiliano Bello viene de pasar los últimos días trabajando bajo el sol en Baja California. Trabajando, pero también buceando entre delfines y mantarrayas en medio de un ecosistema de abundante biodiversidad marina. Como asesor de política oceánica global de Mission Blue, una organización encabezada por la destacada exploradora y científica marina Sylvia Earle, Bello estuvo en el mar de México como tantas otras veces para seguir apoyando la creación de un área marina protegida que la industria pesquera se ha dedicado a torpedear por largo tiempo.

A estas alturas, Max está curtido de paciencia, pero también de una esperanza que a ratos parece inquebrantable. Tras más de dos décadas portando la bandera de la conservación marina en organizaciones chilenas y estadounidenses como Oceana, Pew Charitable Trusts, World Wildlife Fund, Island Conservation y el Centro Ballena Azul, él sabe de primer mano lo que es luchar contra gigantes.

Hoy Max Bello está enfocado de lleno en la meta 30×30: alcanzar un 30% de conservación marina para el año 2030. Se trata del piso mínimo de protección que los científicos señalan que se le debiera dar al planeta para garantizar un medio ambiente marino sano, productivo y resiliente. Para ello, ha debido participar en varias instancias multilaterales internacionales promoviendo prioridades en protección y conservación marina, ya que en la actualidad solo un 7% de los océanos del mundo están protegidos mediante áreas marinas protegidas, y menos del 3% de éstas están total o altamente protegidas.

“Hemos conversado mucho con Sylvia este tema, y ella siempre dice que un 30% es un buen comienzo. Pero un 30%, desde el punto de vista de la crisis en que estamos hoy, y de lo conectados que están los ecosistemas del planeta, lo cierto es que es poco”, sostiene este médico veterinario radicado en Estados Unidos.

Ese 30% representa realmente una base desde la cual poder seguir mirando hacia el futuro, y es por ello que trabaja junto a gobiernos de diferentes países para tratar de superar esa barrera e ir mucho más allá. Con nuestro país, por ejemplo, que cuenta con alrededor del 43% de la Zona Económica Exclusiva protegida, potencialmente se podría alcanzar un 50%. “Hoy existe el reconocimiento de que necesitamos muchísima más protección para poder seguir habitando este planeta”, explica Bello.

¿A ratos se ve muy cuesta arriba la meta del 30×30, porque hace poco muchos tildaron como fracaso las negociaciones para acordar un tratado global por los océanos, sobre todo considerando que más del 60% del océano es altamar?

Todas estas cosas no son un fracaso último. Hay montón de negociaciones que tienen que continuar, de hecho esa negociación va a continuar probablemente en marzo, en la Biodiversity Beyond National Jurisdiction (BBNJ), una negociación aparte que está bajo el Law of the Sea. Efectivamente, ese 60% del 70% que cubre el planeta es extremadamente importante, pero ha habido un empuje de las naciones ricas por explotar esa zona, y hoy se hace mucho más difícil regularla. Nosotros siempre vamos detrás, tratando de regular o solucionar las cosas una vez que ya hay problemas. En el fondo, lo que debiéramos hacer es proteger todo y que la extracción fuera con pruebas para poder abrirlo a la explotación solo si no tiene impacto o no conlleva la destrucción del ecosistema que nos mantiene vivos. En cambio, lo que hacemos normalmente es conjugar áreas marinas protegidas y protección para no molestar a los usuarios, que de alguna forma se han hecho los dueños legales e ilegales del océano. Entonces, uno tiene que ir a negociar con esos supuestos dueños cuando tú, yo y todos de alguna forma tenemos algo que decir también.

A propósito de ir detrás de los problemas, hoy también está la amenaza latente que significa la minería en los fondos marinos…

Es de nuevo el reflejo de seguir viendo de forma parcializada la crisis y las soluciones. Estamos en plena crisis de la pérdida de biodiversidad, del cambio climático, de la contaminación, y aparece la gran idea de explotar el fondo marino. No es una idea nueva, pero sí hay un empuje muy reciente de algunas empresas. A la vez tiene que ver básicamente con una burbuja comercial, realmente si haces los números en términos bien claros, no te dan, es una cuestión que no la soporta ningún análisis económico. El otro día estuve viendo una presentación de Victor Vescovo, y me mostraba los números, que eran impresionantes. La cantidad de nódulos de manganeso que necesitarías para poder mantener el flujo y pagar la inversión es un imposible. Es una burbuja, y que además responde al mercado actual de las baterías, que está cambiando rápidamente. Hay una serie de cuestiones que no tienen sentido.

¿Qué esperanzas tienes para la próxima COP27?

Hay un camino bastante trazado respecto de cómo ir introduciendo los océanos. Hay una cuestión que ahora va a tener que ver con la ambición y cómo hay una representación bien clara de la importancia del océano, porque si seguimos ciegos a esa parte, la ecuación no nos va a dar. Pero creo que va avanzando bastante bien hasta el momento en las cosas de forma. Después el tema de la ambición requerirá una discusión más potente.

¿Desde la distancia, cuáles a tu juicio son los principales desafíos de Chile en materia de conservación marina?

Existe esta bipolaridad de, por un lado, ser un país con mucha conservación y ser un líder en áreas marinas protegidas, e incluso en algunas de estas negociaciones, pero, por otro lado, todavía tener asuntos pendientes con los niveles de pesca. La pesca ilegal en Chile es tremenda, es cosa de ver el tema de las algas hoy. Sabemos que los bosques de algas son los grandes secuestradores de carbono, y Chile es el mayor exportador de alginato del planeta, y eso en base a la destrucción, y más del 80% de esa destrucción es ilegal. También la misma pesca ilegal que está ocurriendo en Patagonia con la merluza y un montón de otras especies. Todavía los niveles de pesca industrial de montones de especies tanto en las aguas nacionales como fuera de ellas son altísimos. Y qué decir de la salmonicultura. Hay una bipolaridad grande, y tenemos que cambiar el axis del progreso y el desarrollo, porque siempre es en base al sacrificio de la naturaleza, y no tiene por qué ser así. ¿Cómo cambiamos el axis hacia la conservación, para que las actividades generen positivo, no negativo? Es la misma situación que vive todo el planeta, y si no tenemos la capacidad de cambiar justamente ese modelo, nunca vamos a lograr salir de esta crisis.

A propósito de los asuntos pendientes, en Chile tenemos estos grandes parques marinos de gran escala, pero están ubicados lejos de las comunidades y además están asociados a unas pocas ecorregiones marinas, mientras específicamente en Chile central falta representatividad en términos de conservación y un vínculo estrecho con las comunidades locales de la zona costera.

Está claro que necesitamos más conservación costera, pero no en base a disminuir la protección pelágica, ambas se necesitan. Hay gente que a veces los pone a pelear, pero creo que todavía hay que proteger toda la Zona Económica Exclusiva que genera el archipiélago de Juan Fernández, o toda la Zona Económica Exclusiva de islas Desventuradas. Definitivamente estamos súper atrás en representatividad de las ecorregiones y la conservación de los sectores costeros. Esto no es una novedad para Chile. Hay usos costeros que en la zona continental son mucho más frecuentes, y crear áreas marinas protegidas en esos sectores es bastante más complejo. Pero eso te refleja, y ahí sí creo que hay un mea culpa, que no hemos sido capaces de entregarles herramientas ni información suficiente a esas comunidades para que entiendan que efectivamente ellos debieran ser los que pidan áreas marinas protegidas. El caso de Juan Fernández es bien particular, casi único en el planeta, donde la comunidad siempre ha estado detrás de esa conservación. Ahí las organizaciones básicamente apoyamos a la comunidad en lo que era un anhelo suyo por mucho tiempo. Y eso ahora está pasando de a poquito en los sectores costeros. Hay una posibilidad de refugios (marinos) dentro de las AMERB, pero lamentablemente ha habido en el proceso de discusión de la Ley Bentónica la posibilidad de que se puedan perder esos refugios para la conservación. Tenemos que hacer un mejor trabajo para que las comunidades vean finalmente los beneficios. No hay mejor opción para eso que generar (esas figuras) y que las comunidades vean con sus propios ojos cómo se puede volver a recuperar un ecosistema.

Justamente en la Patagonia hay muchas comunidades indígenas costeras que están viendo esa necesidad de resguardarse frente a la amenaza que representa para ellas la industria salmonera y han iniciado solicitudes de Espacios Costeros Marinos Pueblos Originarios (ECMPO), pero se han encontrado con muchas trabas y sienten que la industria socava esos procesos.

Los ECMPO se quedan trabados en las Comisiones Regionales de Borde Costero (CRUBC) porque normalmente están presentes los que tienen más recursos y más capacidad, que está relacionado con la industria, y la industria invita a quienes son más cercanos a ellos a ser los otros participantes. Por otro lado, los ECMPO no son mecanismos de conservación, pueden ser mecanismos de ordenamiento de actividades, pero muchas de ellas están también dedicadas principalmente a la explotación, y no tienen objetivos claros de conservación. Y ese es otro tema que hay que solucionar. Qué son entonces, porque no las podemos contabilizar dentro del porcentaje de protección. Hay una cuestión muy importante que tiene que ver con cómo concebimos todas estas cuestiones. Lo que quiero decir es que tienes una CRUBC de la región de Los Lagos, y está básicamente manejada por los intereses económicos más importantes, como la salmonicultura, porque para el país eso es lo que cuenta hoy en día: la economía, la macroeconomía, los números. Y ellos son los que más exportan, los que más producen, los que más trabajo generan. Y así seguimos alimentando el mismo monstruo.

Hace poco leí en Twitter que hablabas de un nuevo trato con la salmonicultura. ¿Cuáles debieran ser los pilares y qué implicancias tendría?

Es que estamos siempre peleando las peleas chicas. Estamos todos peleando porque salgan las salmoneras de las áreas protegidas, para que tengan transparencia, para que disminuyan el uso de antibióticos, para que finiquiten las concesiones de aquellos centros de cultivo que han incurrido en causal de caducidad, pero son todas peleas de una misma cosa. Es como una medusa. Si quieres ir más atrás, primero la pregunta es la siguiente: ¿Necesitamos salmonicultura? Y eso te lleva a una discusión en torno a qué más se podría hacer, qué otros desarrollos, si lo queremos llamar así, son posibles ahí. Hay que entender que nos han impuesto una actividad, y que esa imposición ha venido a través de un sistema económico que está basado en que el éxito está medido de una forma determinada. La actividad de la salmonicultura ha sido regulada totalmente a mano, con traje de sastre por la misma industria. Cuando hablo de un nuevo trato, me refiero a un trato donde nosotros como ciudadanos, todos los chilenos, tenemos que definir qué y cómo esa industria puede o no crecer. El hecho de que se gasten miles de millones de dólares en subsidiarla, pero que ni a ti ni a nadie se le haya preguntado si es que estás de acuerdo o no con que ese dinero vaya a esa industria, para que eventualmente contraten gente en alguna parte… ese sistema está quebrado, no puede ser que les sigamos pagando, con nuestra propia plata, a una actividad que está destruyendo. Es como tomar una droga que te está matando: tú la compras, te la metes en el cuerpo, te enferma y te mata. Eso es lo que estamos haciendo hoy en día con nuestro capital, con nuestro patrimonio, con nuestro país. Estamos invirtiendo en algo que está sistemáticamente destruyendo el futuro de las generaciones de los chilenos. Y tiene que haber un nuevo trato completo, donde la salmonicultura se define respecto de todas las necesidades y los usos que queremos como chilenos para nuestro territorio.

Con respecto a la extracción de algas, frecuentemente en redes sociales uno puede ver incautaciones de Sernapesca y la Armada de camiones, camionetas y playas enteras con algas barreteadas. ¿Cómo ponerle freno a esa actividad, en su mayoría realizada de forma ilegal?

A estas alturas no hay otra opción más que hacer una moratoria de la extracción de los bosques de algas. Está completamente fuera de control. El mismo subsecretario (de Medio Ambiente) me mencionó hace un par de meses que el 80% de la extracción es ilegal, entonces prácticamente la actividad completa es ilegal. La participación de Chile en el mercado internacional en esa materia es sobre el 40%, es el mayor exportador de alginato del planeta. Además, lo que se saca para el alginato son principalmente los tallos, y toda la fronda se bota, por lo tanto, tiene un doble impacto sobre los gases de efecto invernadero, porque quitas esa capacidad de capturar carbono y además pones más metano en la atmósfera. Luego está todo lo que contienen esos bosques de algas: proporcionan estructura para las costas, resiliencia, control de la acidificación, biodiversidad, especies pelágicas, fortalecen economías locales, etc. Todo eso no se está viendo, y lo estamos perdiendo a pasos agigantados cuando ese es el ecosistema que captura más carbono en todo el planeta. Sabemos que son intereses chinos los que están comprando el alga por las caletas y las costas, y que luego son los que las exportan. Por otra parte, el precio sigue aumentando, por lo tanto, hay cada vez más pescadores que están dejando de hacer lo que hacen normalmente para ir a sacar algas. Y lo más impresionante es que ellos mismos saben que eso es pan para hoy y mucha pobreza para mañana. Con el nivel de extracción y exportación que existe, no queda otra opción más que el cierre de esa pesquería hasta que no logremos generar otra cosa, que podría estar por el lado de la producción y restauración de bosques de algas en ciertas zonas, y a lo mejor que parte de esa restauración tenga planes de manejo que efectivamente logren la utilización y la extracción con los mismos fines, pero que sean manejados. Para eso necesitamos que sea en áreas de manejo, y no en zonas libres, porque eso es muy difícil de controlar.

 

 

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