Por Tomás Moggia Cárdenas
A escasos metros del centro de Arica y del principal terminal portuario de la ciudad de la “Eterna Primavera” se esconde un rico ecosistema marino-costero que a simple vista podría pasar inadvertido entre el ir y venir de las lanchas de los pescadores artesanales y la magnitud de los barcos mercantes.
Las crecidas y bajadas periódicas del río San José (cada 2 o más años) han fraguado un ambiente de muy poca profundidad, donde las oscuras piedras que se encuentran desperdigadas sobre el fondo de arena ayudan a captar y retener el calor del sol ariqueño, aumentando la temperatura del agua un par de grados en relación a los alrededores. Pero la influencia del río va incluso más allá: también aporta sedimentos y nutrientes como el fósforo, que sumado al nitrógeno presente en el mar, permiten el desarrollo de una prolífica y tupida pradera de algas verdes (como Ulva sp), algas rojas y café, al parecer con una tasa de repoblamiento o de recuperación muy rápida.
Los pescadores artesanales suelen llamar a esta pradera de algas como “los pastos”. Es un vergel que contrasta con la aridez del desierto, y que bajo la atenta mirada del principal hito geográfico de la zona, el morro de Arica, resulta francamente irresistible para las tortugas verdes (Chelonia mydas), que allí se dan un verdadero festín. “Es donde van a comer. Debajo del agua las puedes mirar como ramonean en las rocas”, cuenta el biólogo Walter Sielfeld, ex académico de la Universidad Arturo Prat, y que al menos entre los años 2011 y 2016 estuvo ejecutando “Tortumar”, un programa de investigación y conservación de tortugas marinas.
Sielfeld había tenido sus primeros acercamientos con las tortugas marinas en Chipana, varios kilómetros más al sur, cerca de la desembocadura del río Loa. Pero Arica tenía algo especial: “A las tortugas las veías ahí nadando, sacaban la cabecita a 10 metros de la olita de la playa”. En su dieta ariqueña, estas tortugas verdes también se alimentan de medusas y de los grandes desoves de los pejerreyes, por lo que parecía tratarse de un sitio que reunía condiciones muy atractivas para la especie.
Si bien hace algunos años atrás se pensaba que la presencia de tortugas marinas en Chile se debía a casos de desorientación de sus rutas migratorias o al efecto del fenómeno del Niño, actualmente existe consenso en torno a que nuestro país representa un hábitat de alimentación. En el norte se han registrado al menos seis zonas de congregación de la tortuga verde, como Chascos (bahía Salado) y Bahía Mejillones del Sur. Sin embargo, las investigaciones conducidas por Sielfeld y su equipo, que también estaba integrado por la bióloga marina Paula Salinas, determinaron que Arica es el lugar donde más ejemplares se concentraban en territorio nacional. A través del marcaje y recaptura de individuos estimaron que en ese sector es -o era- posible hallar alrededor de 400 tortugas verdes. Todas ellas atraídas por el rico ambiente generado en gran medida por la influencia del río San José.
Fue en parte por eso que en mayo el Ministerio del Medio Ambiente anunció la creación de la Reserva Marina La Puntilla-Playa Chinchorro, la primera área marina protegida (AMP) de la región de Arica y Parinacota, y cuyas poco más de 50 hectáreas se sitúan en la ecorregión Humboltiana, que actualmente cuenta con tan solo un 0,001% de su superficie protegida.
La ministra del Medio Ambiente, Maisa Rojas, valoró esta declaratoria reconociendo que “es un anhelo largamente esperado por la comunidad ariqueña, que busca valorar y proteger de mejor manera estos ecosistemas y sus especies”.
El trabajo liderado por Sielfeld contempló la instalación de transmisores satelitales en nueve ejemplares de tortuga verde, lo que ayudó a establecer que el sector de uso más intensivo abarcaba unas 200 hectáreas. Fue así como se pudo delimitar la zona de protección, aunque el proceso no estuvo exento de inconvenientes que dilataron la declaratoria, sobre todo por la presencia de ductos submarinos de carga y descarga de petróleo que están al servicio de Bolivia como parte de los acuerdos derivados de los tratados internacionales de la Guerra del Pacífico.
“Esta Reserva tiene una superficie de poco más de 50 hectáreas porque hay muchos intereses en la zona, pero por lo menos es la parte central del área de actividad de las tortugas”, explica el ex académico de la Universidad Arturo Prat, hoy radicado en Puerto Montt.
¿A destiempo?
Por los océanos del mundo existen siete especies de tortugas marinas. Cinco de ellas utilizan las aguas chilenas como hábitat de alimentación, aunque la presencia de la tortuga carey solo ha sido registrada en Rapa Nui. Es la tortuga verde la que, debido a sus hábitos costeros, se observa con mayor frecuencia en la costa nacional. Esta especie puede alcanzar un tamaño de alrededor de un metro. Y pesa en promedio unos 136 kg., aunque es capaz de llegar a un máximo de 180 kg.
Es una especie migratoria, endémica del Pacífico oriental, y se distribuye a lo largo de la costa oeste de América. Pese a que se ha descrito su límite austral en el norte de Chile, con la existencia de agregaciones regulares a lo largo del año hasta la región de Atacama, lo cierto es que en algunas ocasiones ha sido avistada mucho más al sur, como en Chiloé.
Durante las últimas décadas, la población de las tortugas verdes se ha visto reducida de manera significativa. Hoy la especie se encuentra catalogada En Peligro de Extinción según la Unión Internacional por la Conservación de la Naturaleza (UICN), mientras que el Reglamento para la Clasificación de Especies (RCE) del Ministerio del Medio Ambiente establece que su estado de conservación vigente es En Peligro. La pesca incidental, la contaminación marina, los proyectos de desarrollo costero y la colisión con embarcaciones son las principales amenazas para las tortugas verdes en nuestro país.
La conservación de las tortugas marinas es una tarea transfronteriza. Son animales migratorios que viven en distintos hábitats dependiendo de la etapa de vida en la que se encuentran, y Chile únicamente representa un área de alimentación. Mucho más al norte, las principales colonias reproductivas de la tortuga verde se hallan en Galápagos, Ecuador, y en las costas de México. Pero no basta con proteger exclusivamente sus sitios de nidificación.
“Las tortugas más chicas que hemos encontrado en Arica tal vez tenían un caparazón de 40 centímetros, entonces son juveniles. Creo que permanecen entre Perú y Chile alimentándose durante algunos años hasta que entran en la etapa de madurez, que es cuando de alguna forma les llega la señal para irse a los lugares de anidación a poner huevos. Después creo que vuelven a retornar”, intuye Sielfeld sobre una especie que presenta una fuerte filopatría.
Con la creación de la Reserva Marina La Puntilla-Playa Chinchorro se logró poner bajo protección un importante ecosistema para la alimentación de la tortuga verde en Chile, lo que podría asegurar la sobrevivencia de ejemplares que luego deben retornar a sus sitios de nidificación para continuar con el ciclo de la vida. Sin embargo, puede que esta medida haya llegado a destiempo, ya que los registros de tortugas verdes en Arica han bajado considerablemente durante los últimos años.
“Es fabuloso contar con un área marina protegida en la región, pero lamentablemente llega tarde, porque una colonia de tortugas marinas establecida no la vemos desde el 2018”, cuentan desde la ONG Tortu Arica, una organización local que desde 2013 trabaja en la zona, principalmente enfocada en educación ambiental en torno a esta especie. Dicen que desde octubre de 2018 con suerte han podido ver unos cuatro ejemplares. Todavía se desconoce realmente por qué.
"Esta Reserva tiene una superficie de poco más de 50 hectáreas porque hay muchos intereses en la zona, pero por lo menos es la parte central del área de actividad de las tortugas".
Amenazas locales
La pradera de algas ubicada en la desembocadura del río San José responde a los ciclos propios de las bajadas de agua que se producen por el denominado “Invierno Altiplánico”, en los meses de diciembre y enero. En condiciones normales, el río baja con mucho sedimento cubriendo las rocas, matando a las algas y modificando la estructura de la playa. Esto obliga a las tortugas a desplazarse en busca de alimento.
Sin embargo, conforme pasan los días, explica Walter Sielfeld, el constante tren de olas del sector empieza a remover limo, arcilla y arena, y todo ese material termina trasladándose hacia la playa Las Machas. En cuestión de 3 o 4 meses, la pradera de algas ya se encuentra totalmente recuperada, lo que atrae de vuelta a las tortugas. Este proceso fue monitoreado mensualmente por Sielfeld desde octubre de 2011.
No obstante, el mal manejo de la cuenca del río San José, cuyo cauce ha sido canalizado e intervenido, amenaza con alterar este ciclo natural y con ello la fuente de alimento de las tortugas verdes de Arica. A eso se suman otras amenazas de carácter antrópico, como la pesca incidental, el tráfico marítimo (incluso de motos de agua) y la contaminación marina (por plásticos y aguas servidas, entre otras fuentes).
Desde Tortu Arica temen que amenazas de este tipo hayan terminado por desplazar a las tortugas verdes, y para ejemplificarlo recuerdan un fuerte evento de mortandad que ocurrió entre 2017 y 2018. Más de 100 ejemplares aparecieron muertos en la zona, desde Miramar hasta la desembocadura del río Lluta, muchos de ellos con traumas, mordeduras, daños cervicales y sin cabeza. De acuerdo al Servicio Nacional de Pesca y Acuicultura (Sernapesca), las necropsias realizadas en algunos casos indicaron que podría haberse tratado de un depredador natural, como puede ser el caso de lobos marinos. ¿Pero esos depredadores naturales causaron la muerte de los animales o simplemente actuaron después sobre los cadáveres? No se sabe a ciencia cierta, pero otra teoría apunta a las redes caladas.
“Existía una mesa regional de la tortuga que sesionó hasta el 2018. Hicimos una exposición en torno a que si no tomábamos acciones concretas de vigilancia y acción, tanto en el agua como en tierra, nos íbamos a quedar sin la colonia de tortugas. Y así fue. No pasó ni un año y se fueron las tortugas”, lamentan desde Tortu Arica.
Sielfeld explica que si bien durante su investigación las tortugas en general se encontraban en buenas condiciones, lo cierto es que también muchas de ellas ya presentaban cortes, golpes y quebraduras. Es por ello que el futuro Plan de Administración de la nueva Reserva Marina asoma como clave para tener usos compatibles con esta especie. “Hay que definir una cuestión: cuál es la carga de turistas o de actividades para no afectar a las tortugas”, apunta el biólogo, no pensando derechamente en prohibir, sino que en regular distintas actividades que se practican en la zona.
Pocos días después del anuncio sobre la creación de la Reserva Marina La Puntilla-Playa Chinchorro, la Seremi de Medio Ambiente convocó justamente a una reunión con distintas organizaciones y usuarios del sector, incluyendo a surfistas y deportistas náuticos, ante la inquietud de que algunas actividades recreativas resulten prohibidas. Según cuentan desde Tortu Arica, el servicio público se comprometió a entregar plena participación a estos actores.
“Ojalá que así sea, porque ha pasado que los Planes de Administración son muy prohibitivos. En este caso, las tortugas marinas conviven muy bien con surfistas y kayakistas porque son muy rápidas debajo del agua. Lo que sí hay que regular son los artes de pesca, el cilindraje de los motores, la forma de ingreso y de salida de la Reserva, y sobre todo las fiscalizaciones”, explican desde la ONG local.
Mientras se avanza en esta línea, seguirán esperando por el retorno de las tortugas verdes. “Tenemos la esperanza de que vuelvan algún día y se instalen de nuevo, ahora con esta condición de área marina protegida”, señalan desde la puerta norte de Chile. “Con los 10 años de trabajo que tenemos, sabemos que si vuelven las vamos a poder proteger como corresponde”.