Monitoreo satelital de bosques de algas: un aporte a las metas para el desarrollo sostenible y los Acuerdos de París

Alejandra Mora Soto

El año 2015 marcó un momento crucial de las negociaciones multilaterales de las Naciones Unidas para acordar metas entre los países miembros. Este trabajo derivó en el marco de Sendai para la reducción de riesgo de desastres, la agenda de acción de Addis Abeba sobre la Financiación para el Desarrollo, la agenda para el Desarrollo Sustentable y los acuerdos de París, todos con metas al 2030. En este artículo nos enfocaremos en los dos últimos.

Las metas de desarrollo sustentable son 17, con títulos muy sencillos y a la vez complicados de implementar: Fin a la pobreza, fin al hambre; vida sana y buen vivir; calidad de la educación; igualdad de género; agua limpia y sanidad; energía limpia y accesible; crecimiento económico y trabajo decente; industria, innovación e infraestructura; reducción de desigualdades; comunidades y ciudades sustentables; producción y consumo responsable; acción climática; vida bajo el agua; vida terrestre; paz, justicia e instituciones eficaces e inclusivas, y fortalecer los medios de implementación y revitalizar la alianza mundial para el desarrollo sostenible.

De los mencionados, la meta de acción climática indica la urgencia de combatir el cambio climático y sus impactos, y para cumplir esta meta las Naciones Unidas solicitaron a los países miembros que prepararan, comunicaran y mantuvieran Contribuciones Determinadas Nacionalmente (o NDCs en Inglés) para presentar en la COP21, en los llamados Acuerdos de París. A los países más desarrollados se les solicitó que presentaran metas orientadas a la reducción de sus emisiones, y a los países menos desarrollados – entre ellos, Chile – que avanzaran en esfuerzos de adaptación y mitigación.

Chile aporta poco en términos porcentuales a las emisiones globales de gases de efecto invernadero: menos de un 0,25% en 2016. Un 78% (89,63 MtCOe2) de esas emisiones pertenecen al sector energético por el uso de carbón en generación de electricidad y diésel como combustible para vehículos. Pero como se contabiliza el aporte de uso de suelo y sector forestal como componente de mitigación (-104.79 MtCOe2), el balance final de Chile es muy bajo: 3,74 MtCOe. Con estos bajos niveles totales, alcanzar una meta de carbono-neutralidad al 2050, como ha propuesto el gobierno, se torna una apuesta segura. Para ello, los NDCs de Chile actualizados al 2020 están relacionados con la ampliación de la cobertura forestal (incluyendo bosque nativo) y aumentar el número de áreas protegidas, incluyendo humedales y ecoregiones marinas en el centro y norte de Chile.

Sin embargo, estos NDCs podrían ser un poco más ambiciosos y abarcar algunas de las propuestas que elevó el Comité Científico de la COP25 organizada por Chile. La mesa de los océanos indicó, entre otras medidas, la necesidad de proteger los subsuelos marinos, reducir la huella de carbono en la acuicultura, reducir las emisiones del transporte marítimo, y asegurar un manejo sustentable de bosques submarinos.

Los bosques submarinos de macroalgas representan un enorme potencial para la mitigación del cambio climático: en un reciente estudio, hemos descubierto que la extensión de huiro gigante en Chile abarca 1/3 del total de la superficie total de este ecosistema en el planeta. Además, según estimaciones preliminares del Banco Mundial, el potencial de captura de carbono de todas las macroalgas en Chile podría ser más de 264.880 tC al año.

Además de su rol como sumideros de carbono, y formadores de hábitat para innumerables especies marinas, los bosques de algas tienen el potencial de contribuir a los NDCs en otras áreas, como favorecer la soberanía alimentaria de los pueblos costeros a través de la democratización de la ciencia, la tecnología y la innovación en alimentación saludable. Adicionalmente, un manejo y cuidado de los bosques de algas ayudaría a un consumo y producción responsable de productos marinos, y ayudaría a las economías locales, en especial a las mujeres que se desempeñan como recolectoras de orilla, favoreciendo la equidad de género.

Para poder cuidar estos bosques, es necesario implementar sistemas de monitoreo, y para ello la detección satelital es un valioso aliado. Pero para constituir este sistema dentro del marco de las NDCs, el mapeo satelital de algas tiene que ser preciso, consistente y comparable con otros países. Por el momento, ningún país ha propuesto el manejo de macroalgas dentro de sus NDCs, pero muchos están estableciendo programas de monitoreo de pastos marinos y manglares, los cuales pueden servir de ejemplo para las macroalgas.

Con un sistema de monitoreo satelital, se puede calcular la extensión, estimar biomasa y por lo tanto carbono acumulado, ver cambios multianuales y las posibles causas de esos cambios. Un ejemplo es lo que actualmente realizan instituciones como la NASA para monitorear manglares. En Chile tenemos las capacidades para poder monitorear bosques de huiros gigantes, como el que recientemente hemos publicado en una plataforma online, sólo faltan recursos para poder ampliar el sistema de monitoreo a los huiros submareales y poder así mantener una periodicidad de datos. Pero lo más fundamental es escalar la conversación al resto de la sociedad para poder posicionar este tema desde lo local a lo internacional. Así, podremos hacer de Chile un país pionero en el cuidado de sus bosques submarinos.

Biografía

Alejandra Mora Soto, estudiante de Doctorado en Geografía y Medioambiente de la Universidad de Oxford.

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