Por Liliana Plaza Cancino
ONG Ojos de Mar
Es sabido que San Antonio se auto percibe como una ciudad portuaria, donde hasta hace poco tiempo la expansión de esta industria pretendía rellenar los cuerpos del humedal Ojos de Mar por parte de la empresa portuaria estatal.
El discurso de desarrollo y progreso se fue instalando poco a poco en una histórica caleta de pescadores con paisaje idílico compuesto por una riqueza geográfica, cultural y natural que los pueblos ancestrales valoraron y que posteriormente las sociedades adineradas de comienzos del siglo XX también valoraban, por lo que Llolleo fue un reconocido balneario hasta los años 60.
Fue a partir de los años 80 bajo el nuevo modelo socioeconómico neoliberal que San Antonio fue estigmatizado como zona portuaria, iniciando entonces una transformación identitaria, geográfica y territorial que trazó una trayectoria directa hacia su sacrificio socioambiental que parecía inevitable, hasta ahora.
El despertar
El recién pasado martes, luego de casi 3 años de que las comunidades realizaran la solicitud para declarar este ecosistema como humedal urbano a través del Municipio, se dio por finalizado el proceso de reclamación interpuesta ante el Ministerio del Medio Ambiente que en 2021 rechazó la solicitud, proceso de litigio en el cual se abrió una instancia de conciliación entre las partes para poder conseguir no sólo la revocatoria del rechazo a la declaratoria de humedal urbano, sino también medidas específicas y trascendentales para la sostenibilidad de este humedal que convive con un contexto industrial especialmente invasivo.
Este proceso legal, impulsado sin descanso y con valentía por la comunidad, no estuvo ajeno a críticas y falta de voluntad por parte de varios sectores alejados de la realidad local y que veían este acuerdo como un paso para vacíos legales que pudiesen afectar las declaraciones de otros humedales o abrir pasos a la industria portuaria.
Lo cierto es que en este agotador proceso que tuvo a ONG Fima como principal representante de los intereses de la comunidad y la biodiversidad, se llegó a bases que se hacen cargo de problemáticas ambientales que por un proceso normal de declaratoria no hubieran sido posibles de solucionar.
En el corazón de este pacto se encuentra la necesidad de preservar y proteger no solo un ecosistema frágil, sino también la esperanza de una comunidad agotada por el deterioro ambiental que por décadas ha primado en el lugar y que a pesar de este gran paso debe seguir alerta a los mega proyectos que la acechan.
"En el corazón de este pacto se encuentra la necesidad de preservar y proteger no solo un ecosistema frágil, sino también la esperanza de una comunidad agotada por el deterioro ambiental".
Lo trascendental de este logro ciudadano es que abre un camino de transformación territorial profunda que la ONG Ojos de Mar junto a una red de aliados locales, nacionales e internacionales, ha estado impulsando desde hace algunos años a través de líneas de trabajo interdisciplinario, como ciencia ciudadana, investigación, arte, educación ambiental, activismo y la re-articulación del tejido social, promoviendo un giro paradigmático que es urgente en este territorio, en todo Chile y la región, para restituir un sentido ético y vital de la convivencia entre las sociedades y sus entornos en un contexto generalizado de crisis que nos interpela día a día y que justamente son las comunidades de los territorios vulnerados quienes más sufren estas consecuencias.
San Antonio necesita de sus humedales, del río y de sus playas; necesita buen vivir, otras perspectivas de desarrollo territorial basadas en la valoración de su naturaleza, su gente y su cultura.