¿Es la colaboración una opción real para la conservación y defensa del planeta hoy?

Por Karen Méndez

Fundación Glocalminds

En el mes de abril, en la Bahía de Quintero, ubicada en la región de Valparaíso en Chile, 28 organizaciones socioambientales de este país se encontraron para experimentar formas renovadas de colaborar y trabajar juntas desde las prácticas y enfoques del liderazgo participativo. Fue un espacio de reflexiones profundas sobre el rol de estas en el contexto actual del país, además de conectar y escuchar a las personas que habitan este territorio declarado “Zona de Sacrificio”, quienes llevan más de cincuenta años liderando procesos de resistencia y defensa de la vida en miras de detener y mitigar las afectaciones que ha traído la operación del parque industrial asentado allí.

Este encuentro fue facilitado por las mismas organizaciones, que trajeron reflexiones sobre la importancia de involucrarnos más profundamente en esta crisis ambiental desde los diferentes roles que asumimos, superando la idea de la lucha entre buenos y malos, y explorando la necesidad urgente de evolucionar lo que significa la colaboración, ya que es cada vez más evidente nuestra incapacidad como sociedad de dar los pasos que requerimos para detener el deterioro ambiental.

Este espacio me llevó a retomar la lectura del libro de Adam Kahane titulado “Colaborando con el enemigo”, que trae como pregunta central ¿Cómo podemos trabajar junto con otros diversos, incluyendo personas con las que no estamos de acuerdo, que no nos agradan o en quienes no confiamos?

Kahane resalta la importancia de avanzar en tres cambios claves en las formas en que colaboramos. En primer lugar, abandonar la idea de sostener colaboraciones en un contexto de armonía, sino acoger y aceptar el conflicto. En segundo término, entender que la complejidad de lo que vivimos está por fuera de la forma lineal en que normalmente esperamos resolver los problemas para aproximarse más a la experimentación de diferentes perspectivas y posibilidades. Y por último, alejarse de la idea de tratar de cambiar lo que otros están haciendo.

Trayendo la propuesta de Kahane a las reflexiones sobre nuestro rol en la conservación y recuperación de nuestra biosfera, comparto algunas reflexiones:

La verdad de unos y otros, y la verdad ambiental

La complejidad de la crisis ambiental tiene tantas verdades como actores que intervienen en ella. Se esperaría en un formato convencional de colaboración que todas esas verdades pasen por un proceso de entendimiento y comprensión de todas las partes para generar acuerdos, pero bajo las premisas que propone Kahane, esta expectativa del acuerdo debería dejar de estar y aumentar la capacidad de desapegarnos de nuestras propias ideas de solución o concepción de la realidad, y no esperar que el fin último sea construir una única verdad.

En contraste con las diversas verdades y miradas, no se debería poner en duda que estamos frente a un colapso de la vida que sostiene el planeta, que eso es lo que tiene que cambiar y que es algo que nos compete a todos. Entonces, ¿qué tanto estamos dispuestos a cambiar nuestras verdades y estrategias en favor de algo que nos es común evitando querer cambiar o modificar la perspectiva del otro?

Trabajar con quien NO comparto los mismos principios

Una de las principales premisas de mi trabajo facilitando procesos de diálogo y conversación, es transparentar y acordar los principios y condiciones con los cuales las personas se sienten seguras para colaborar. Sin embargo, la crisis ambiental aparte de ser multifactorial, es multiactor, y es necesario no solo trabajar con quienes compartimos principios y formas de hacer afines, sino de lograr navegar espacios en los que sin tener un piso mínimo común de principios se pueda avanzar en lo que realmente debe cambiar.

En 1996, Kahane acompañó un proceso de reflexión y diálogo entre diferentes actores implicados en el contexto de guerra en Colombia, quienes desde la desconfianza de lo que representaba el uno para el otro lograron identificar cuatro escenarios donde lo que estaba al centro de la conversación no eran sus principios, sino sus propósitos, lo que dio como fruto el documento Destino Colombia como un ejercicio experimental de esa colaboración elástica. En 2016, el expresidente Santos firmaba el Acuerdo de Paz con las guerrillas de las FARC declarando que “prefiero un acuerdo imperfecto que una guerra perfecta que siga sembrando muerte”.

Tal vez sea una ruta asumir la crisis ambiental como un proceso de paz, entre nosotros y la naturaleza, en donde a favor de ella, sea posible explorar caminos donde se reconozca al otro como un opuesto con el cual es inevitable trabajar, pese a que no compartamos códigos y principios de acción, salvo la necesidad urgente de que algo debe cambiar.

Prepararnos hacia una colaboración flexible

Al buscar en Google imágenes que refieran a la colaboración, los resultados muestran a personas sonrientes, manos entrecruzadas en señal de apoyo, personas ayudando a otras, pero tal vez sea tiempo de madurar esas ideas. Sumergirnos en una experiencia colaborativa no es propiamente algo cómodo, implica mediar con nuestras propias contradicciones y abrirnos hacia construir nuevas éticas que nos permitan colaborar a pesar de nosotros mismos, ya que lo que está en juego es la vida que nos sustenta, reconociendo en primer lugar que hay seres vivos pasándola muy mal en este momento.

Necesitamos prepararnos para habitar una colaboración flexible, paciente y que ponga en el centro la vida misma. Procesos de fortalecimiento de capacidades como los desarrollados en Mingamar deben continuar profundizando en prácticas y competencias que van más allá de lo técnico, y más en las capacidades de navegar en la complejidad desde la escucha, la reflexión y el abrirnos a otros paradigmas de colaboración.

De seguro que la respuesta a la pregunta que motiva este escrito definitivamente es sí. Solo se requiere colaborar desde una perspectiva más incómoda y desafiante, que invite a la mesa a los territorios mal denominados “Zonas de Sacrificio”, sus habitantes y tomadores de decisiones, las industrias y sus altos ejecutivos, ciudadanía y organizaciones socioambientales, donde las verdades de todos se encuentren, donde la expectativa no sea que el otro haga lo que yo necesito, sino lo que necesitamos para recuperar nuestra casa común viviendo dignamente.

Biografía

Karen Méndez Bautista es coordinadora del programa Mingamar. Profesional en Gobierno y Relaciones Internacionales, magíster en Geografía con mención en Organización Urbano Regional. Facilitadora de Glocalminds en Chile y socia fundadora de Con Tacto Local en Colombia. Posee 19 años de trayectoria en procesos y proyectos de impacto territorial integrando la mirada sistémica y participativa en Colombia y Chile. Bogotana que disfruta de caminar, escuchar historias, recorrer librerías, leer y celebrar la vida.

karen@glocalminds.com

mingamar@glocalminds.com

www.mingamar.cl

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